Los problemas medioambientales que causan las ciudades han supuesto un gran motivo de preocupación para todos en los últimos tiempos, por lo que se ha planteado la sostenibilidad como un giro necesario. Como consecuencia de esta inquietud, la Comisión Mundial de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo redactó en 1987 el informe “Nuestro Futuro Común”, que analizaba los problemas asociados al desarrollo incontrolado. En este documento se introduce el concepto del “desarrollo sostenible”, como “aquel que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”.

Partiendo de esa idea, un desarrollo sostenible debe basarse en varios principios: el uso eficiente de los recursos naturales, el respeto de la capacidad de regeneración del medio, la necesidad de compartir riqueza y responsabilidad, la precaución ante la repercusión ambiental de cualquier actuación, y el hecho de involucrar todos los factores implicados para resolver los problemas.

En definitiva, la sostenibilidad supone una nueva visión de nuestro entorno que aporta una base sobre la que trabajar para reorientar el desarrollo de una sociedad distinta.

Una zona verde, por favor

Vivimos en una gran ciudad. Aunque pretendamos llamarla “ecosistema urbano”, está claro que no sigue las reglas del equilibrado mundo natural: es un entorno impermeable con demasiado consumo, demasiados residuos y demasiado cemento.

Dentro de este sistema artificial, los jardines, los árboles, las terrazas, e incluso una simple maceta, aportan un toque de naturaleza, cumpliendo funciones esenciales como producir oxígeno y absorber partículas contaminantes, aumentar la diversidad de especies animales y ofrecer un espacio para el descanso, el ocio y el placer emocional. En resumen: calidad de vida.

Por eso, aunque la ciudad nos ofrece comodidad y muchas oportunidades para trabajar y relacionarnos, algo en nuestro interior disfruta en contacto con la naturaleza. El jardín es una buena manera de acercarnos a nuestro hábitat original, de participar y recrear los procesos de la vida, rodeándonos de un ambiente armónico y tranquilo. Pero un jardín sostenible va más allá del mero espacio verde: supone la posibilidad de realizar un cambio en la manera de hacer las cosas.

¿Por qué un jardín sostenible?

En una sociedad dirigida por el “corto plazo”, la idea de la sostenibilidad nos invita a mirar más allá de nuestro simple bienestar o beneficio personal. Una actitud sostenible se puede aplicar en muchos aspectos de la vida cotidiana y, por supuesto, al realizar nuestro jardín o conseguir unas plantas para nuestra terraza.

Pero ¿qué diferencia a un jardín convencional de uno sostenible? El convencional crea una estética agradable, pero no siempre planifica el ahorro de recursos, no tiene en cuenta la adaptación de las plantas al medio y tampoco considera la posibilidad de usar y producir productos reciclables. Por el contrario, el jardín sostenible crea belleza adaptándose a las condiciones naturales de la zona, sin desperdiciar preciosos recursos y respetando el entorno, intentando siempre producir y usar productos reciclables y naturales.

¡Todos podemos crear un jardín sostenible!

Muchas personas podrán pensar que si no tienen un espacio grande para crear un jardín, este artículo no es para ellos. Al contrario, a cada pedacito de naturaleza podemos llamarlo jardín, y podemos crearlo y disfrutarlo con criterios sostenibles. Un balcón o unas cuantas macetas son suficientes para crear nuestro jardín personal y hacerlo con buenas prácticas ambientales. Colaborar para mejorar nuestro medio ambiente no es una utopía: la suma de todos esos pequeños jardines contribuye a cambiar las cosas ¡Empecemos desde nuestra casa!